Aún siento marzo
en el ambiente ceniciento de la ciudad,
como una realidad
que se resiste a morir
al final de las estaciones.
Florecieron los cerezos
sin sorpresas de última hora
y toca confiarse al infinito
como una tabla de salvación,
entre el murmullo de la muchedumbre.
Todas las promesas
se han ido borrando de la memoria
y el futuro posible
tiene los brazos abiertos
y un beso dulce en los labios.
Nada está determinado
y las voces resuenan
entre las callejas húmedas todavía.
Pero sabemos, tú y yo, que
la piel cogerá un tono tostado de terciopelo
y habrá ropa de colores
tendida bajo el sol de la tarde.
No cometeremos los mismos errores.
Al final la climatología
también termina por rendirse a las normas.
Esa es nuestra esperanza,
y después de todo esto, en tus ojos
encontraré la paz que necesito.
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