22 abril, 2008

JAC, KI, DAM y otros freakes del montón. (Historietas frívolas para pasar el rato)

El viernes por la noche la lluvia convirtió la ciudad en un cementerio de almas tristes y perdidas que buscaban refugiarse de sus soledades en cualquier antro de la zona. Eramos los derrotados por la vida los que salimos a buscarnos entre la tormenta, como una Santa Compaña condenada al olvido. Así en el bar de Flop éramos cuatro gatos mojados, bebiendo copa tras copa para salvar la semana. Nos acompañaba en esta ocasión, a Nipone y a mi, un amigo de Santiago, treinteañero preocupado por el paso del tiempo y el envejecimiento de la piel y el espíritu, gay salido del armario ya hace tiempo y transpirando vicio por cada poro de su piel. Y es que Tony es así, entregado a los más altos placeres de la carne, si la noche, claro está , lo tiene a bien.
Supongo que en otra noche cualquiera Tony podría triunfar en la ciudad del Lerez, y llevarse a la cama a cualquier muchacho en el que se empeñase. Pero el viernes ya os dije que era una noche triste, en la que las posibilidades de felicidad efímera escaseaban desde la primera hora.



Nipone y yo nos alegramos especialmente cuando ya pensábamos que el wisqui era lo único relevante de la noche y aparecieron por la puerta del bar de Flop Jac y Ki. Teníamos la esperanza de que apareciese también, detrás de ellos, Freak, y así poder presentarselo a Tony, pero Freak parece que se quedó una noche más en su mansión.
Para que entendáis esto que acabo de contaros, tengo que deciros que Freak es bisexual, vamos, que lo mismo disfruta con un trío con dos mujeres como con una aventura con un jovencito en el cuarto oscuro de cualquier garito de ambiente.
Bueno, el caso, que entraron Jac y Ki, demasiado borrachos, y algo dispersos, como si no se enteraran muy bien de dónde estaban y por qué. Me pareció un momento ideal para llevar a cabo mis planes de conquista con Ki, así que sin ápice de temor, y con toda la decisión que me confirió el último cubata, me acerqué a él y me presenté, para luego comenzar a comerle la oreja con lo mucho que me gustaba su última película, lo guapo que salía por la pantalla grande y lo mucho que me fijaba en él todos los fines de semana. Ki se mostró halagado, es cierto, pero también es cierto que la sensación que provocaban en él mis palabras duraban a penas unos segundos, porque Ki parecía estar en otro lugar, incluso en otro tiempo, como si el alcohol lo hubiese trasladado por completo a una dimensión paralela. Me di cuenta de que era amable, un chico majo, pero que esa noche iba a ser del todo imposible alcanzar una mínima conexión racional(o irracional) con su persona.



Me dirigí entonces a la barra, a tomarme otra copa para olvidar, y allí estaba, sentado sólo en un taburete, hablándole a un vaso de tubo vacío, Jac.
Jac no estuvo nunca en mi punto de mira. Quizás porque él, como ya os dije, es de los buenos, y por lo tanto de los que me están de alguna manera prohibidos, a mi, que siempre acabo por perder en el amor. ¿Para qué intentarlo entonces con un hombre del que sé que podría enamorarme hasta las trancas si ya de entrada cualquier intento romántico por mi parte está destinado al más abominable de los fracasos?
Sin embargo esa noche yo me sentía ya frustrada por la falta de interés que manifestó Ki, y animada por el alcohol me puse a conversar con Jac. El agradeció que me acercase a el, que le sacase de la nebulosa en la que se encontraba y le llevase a otro mundo. Fue fácil conectar con él, de pronto nos vimos los dos conversando sobre criaturas fantásticas, mundos mágicos, la política nacional y la literatura de los blogs de pacotilla que pueblan la red. Saltábamos de un tema a otro con la destreza se malabaristas y era como si fuésemos hilando una conversación a nuestra medida, en la que los dos nos sentíamos muy cómodos. No sé cuanto tiempo estuvimos sentados en aquella barra, bebiendo y desgranando el mundo con palabras, regalándonos los ojos uno al otro. No nos dimos cuenta de que el local se quedó vacío del todo, ya no estaban ni siquiera Nipone y Tony. Nos dejaron solos en el centro del bar, ya no sonaba música alguna y fue Flop el que vino a rescatarnos (muy a nuestro pesar) de la isla en la que nos encontrábamos.
Arrastramos nuestros cuerpos por las calles mojadas buscando un bar abierto, los dos abrazados bajo un paraguas plegable con dos varillas rotas. Al fin encontramos un after abierto en el que podíamos resguardarnos de la lluvia y de la vida. Seguimos bebiendo y hablando, construyendo al paso de las horas un universo particular, en el que ni siquiera necesitamos besos para sentirnos plenamente unidos. Hubo risas, historias rescatadas de los laberintos más ocultos de la memoria, confidencias, verdades, confesiones y promesas que sabíamos no íbamos a cumplir. Nos encontramos con algunos conocidos a los que hubo que darles conversación, y de los que tuvimos que deshacernos con la habilidad de unos niños traviesos que están haciendo una pequeña maldad.
Al final, concluyeron la noche y la lluvia casi al mismo tiempo, y nuestros pies de wisqui nos llevaron a mi casa. Nos buscamos como si nunca antes hubiésemos besado a un ser humano. No digo con pasión, ni con ganas, digo con fuego en los labios, en la piel, en las manos. No recuerdo si follamos o simplemente nos dejamos llevar por el momento, sin el exceso de los animales en celo. Lo que sí recuerdo es que me recitó un poema, y el mundo se paró un instante, mientras él hablaba.
Jac no estuvo nunca en mi punto de mira, quizás porque él, como ya os dije, es de los buenos.

(Por cierto, de lo que sucedió con Tony, desde que le perdí, hasta el amanecer, ya os hablaré otro día.)

Nikita.

(Continuará…)

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