Hoxe non teño o día para escribir, pero sí me quedan forzas para darme unha volta polos xornais, coma case sempre. Atopei un artigo na Voz de Galicia que me gustaría compartir con vós. A min gustaríame ser eu a que atopase esas verbas para expresar ese mesmo sentir. Vin a noticia pola televisión, onte pola noite, e escoitar que sucedía en Lugo fixo que fose parte de min, da miña terra, dos meus veciños, dos gandeiros que coñecín de nena e que me ensinaron tantas cousas sobre a vida.
Eu son dunha aldea de Vilalba, na terra Chá, seguramente na movilización de onte estaría algún dos meus veciños, ou non, en todo caso, eran gandeiros que se resisten a agochar a cabeza, que xa está ben de pagar o pato, sempre eles.
Mariluz Ferreiro contou na columna da Voz o que moitos sabemos, que a vaca en Galicia non é un animal sagrado, si non condenado, e que coa súa condena arrastra aos que sobreviven nunha das paisaxes máis fermosas do mundo cocendo pan en fornos artesáns e prantando patacas para o autoconsumo, porque non chegan a fin de mes.
A vaquiña. Mariluz Ferreiro.
"Es como una tradición. Una ley no escrita. Una herencia envenenada. Dice: si vives de la tierra, si moras en el rural, confórmate. Ríndete, como una paloma en cualquier parque. Espera pacientemente las migajas. Como si no merecieras más que eso. Pero todo tiene un límite.
Al rural se le pide mansedumbre. Como si fuera solo paisaje. Ríos de leche y montañas de carne sobre fondo verde. Un cuadro bueno, bonito y barato. Pero hay personas detrás del paisaje. Personas cansadas de cargar siempre con el yugo económico cuando aprietan los tiempos. Porque los que descansan entre el colchón del productor y la manta del consumidor siempre duermen calientes. Si bajan las ventas, se aprietan contra el colchón o tiran de la manta. Y mantienen sus ganancias. La banca nunca pierde. Unos recalcan en nombre de la industria que ellos están para ganar dinero. Como si el otro extremo del sector tuviera que limitarse a sobrevivir. Otros argumentan que los de la leche ya se llenaron los bolsillos en el 2007. Como si el buen tiempo justificara un vendaval. A callar todos, pues, si la cesta de la compra se indigesta con la inflación. Y están siempre aquellos que repiten hasta el hartazgo que bastante tienen los ganaderos con las subvenciones. No aplican el mismo rasero a esas grandes empresas que cobran primero y se deslocalizan después. O al buen puñado de presuntos culturetas que se cuelan entre los que velan por el saber galaico.
A pesar de todo, todavía se pasea con orgullo patrio aquello antiguo de Galicia calidade y esto nuevo de A marea branca de Galiza . Y se venden excelencias de joyas alimentarias que se pagan a precio de limosna al primer eslabón de la cadena. Habrá que reinventar a Castelao. Porque en el campo gallego nunca se ha cumplido aquello de «a vaquiña, polo que vale». En este juego, unos son ganaderos y otros suelen ser los ganadores."
Al rural se le pide mansedumbre. Como si fuera solo paisaje. Ríos de leche y montañas de carne sobre fondo verde. Un cuadro bueno, bonito y barato. Pero hay personas detrás del paisaje. Personas cansadas de cargar siempre con el yugo económico cuando aprietan los tiempos. Porque los que descansan entre el colchón del productor y la manta del consumidor siempre duermen calientes. Si bajan las ventas, se aprietan contra el colchón o tiran de la manta. Y mantienen sus ganancias. La banca nunca pierde. Unos recalcan en nombre de la industria que ellos están para ganar dinero. Como si el otro extremo del sector tuviera que limitarse a sobrevivir. Otros argumentan que los de la leche ya se llenaron los bolsillos en el 2007. Como si el buen tiempo justificara un vendaval. A callar todos, pues, si la cesta de la compra se indigesta con la inflación. Y están siempre aquellos que repiten hasta el hartazgo que bastante tienen los ganaderos con las subvenciones. No aplican el mismo rasero a esas grandes empresas que cobran primero y se deslocalizan después. O al buen puñado de presuntos culturetas que se cuelan entre los que velan por el saber galaico.
A pesar de todo, todavía se pasea con orgullo patrio aquello antiguo de Galicia calidade y esto nuevo de A marea branca de Galiza . Y se venden excelencias de joyas alimentarias que se pagan a precio de limosna al primer eslabón de la cadena. Habrá que reinventar a Castelao. Porque en el campo gallego nunca se ha cumplido aquello de «a vaquiña, polo que vale». En este juego, unos son ganaderos y otros suelen ser los ganadores."
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