16 julio, 2008

Julio

Necesito a julio
para colgar los adornitos que compré
en sus manitas blancas,
y recordar que el verano
tiene una sonrisa infantil,
como de nata montada.
Poco más que un guiño
a las estaciones
es lo que a mi me preocupa
del paso de los segundos
tontamente sobre las cosas.
El verano tiene un color distinto
y julio huele más que agosto,
no sé, a mar y a ladronzuelos
de carteras en los mercadillos.
Se come mucho algodón de azúcar
en las fiestas parroquiales,
y algún beso se pierde entre
los adoquines.
Me lo dijo _¿ cómo se llamaba?-
un amante que se murió
de indiferencia el verano pasado.
A veces me tumbo al sol
y julio se estira con sus horas
de diversión sin fin, sin fin.
A veces duermo, simplemente.
Y julio se deja querer.
El sabe que es el mejor
mes del calendario.

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