25 marzo, 2008

PENSIÓN MARICARMEN

Camisa de cuadros de franela, de color verde. Mirada perdida en algún lugar de un tiempo pasado y nostalgia también en su voz pausada, tartamuda. Un ligero brillo en sus ojos al ser escuchado por fin. Alguien le pregunta en su humilde pensión de la calle Serapio Múgica en Irún por un restaurante para cenar en la zona, por los bares de copas, y él responde pausado, tartamudo, señalando sobre un plano de la ciudad el recorrido con sus dedos blancos y sus uñas limpias.
Las bolsas que sujetan su mirada se agrandan un poco, y sus ojos se pierden más allá del tiempo aún, cuando sobre el mapa recorre lugares de su juventud. Aquella discoteca “Jennifer” a la que venía gente de todos los alrededores, incluso de Francia. Aquella discoteca que tuvieron que cerrarla cuando todo se desmadró demasiado.
Y del pasado al presente con su dedo por la Avenida Guipúzcoa, hasta el Paseo Colón, y de allí a la discoteca Saroya, y vuelta a la Jennifer y a los tiempos mejores, cuando todo era otra cosa y venía gente hasta de Francia.
Los huéspedes le escuchan con atención, pero no sólo eso, sino que le harán caso, a él que se quedó atrapado en su pensión, en su parkinson, en su nostalgia. Y no dejarán que les acompañe a ese restaurante que conoce, pero si que tomarán nota de sus indicaciones, y entonces, Josechu, que así se llama este hombre, se sorprende, se emociona un poco. Útil al fin, se despide pausado, tartamudo, y se queda sólo de nuevo en su mundo, con su mirada perdida en el tiempo.

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