20 octubre, 2008

La crisis me aburre, por eso dejé de leer el periódico. Ahora tan sólo leo novelas que profundizan en mi existencialismo, soy masoquista, si , es eso. Hoy es lunes, tengo el organismo lleno de virus, o de algo peor si cabe: el maldito sol de octubre, seguro. Ayer por la tarde la Lanzada ofrecía un espectáculo esperpéntico, parecía una película rara. Unas cien personas paseando vestidas por la playa en la misma dirección, bajo un sol extraño que parecía sobrenatural. Las consecuencias ya se sabe, cansancio y dolor de cabeza. Y hoy algo parecido a la gripe. Quizás mi embotamiento nada tenga que ver con el sol de la tarde de domingo de ayer, quizás tenga que ver más con la vida, con esta miserable vida que cargo sobre mi espalda, que arrastro conmigo, a donde yo voy. Si, eso es , llevo mi vida a cuestas, con todo lo que conlleva.
Tengo fiebre y es lunes. Supongo que la combinación es en sí desesperanzadora, pero aún hay más. Siempre hay más. El destino juega con nosotros, le gusta tensar la cuerda, ver cuanto aguanta sin romperse, ver cuanto tiempo tardamos en desesperarnos del todo. Es un juego cruel, quizás, pero a quien no le gusta meter un bicho debajo de un vaso de cristal y ver cómo intenta en vano escapar, cómo va poco a poco quedándose quieto, sin oxígeno...Pues creo que a mi me han metido debajo de ese mismo vaso, y me están poniendo al límite, dejándome sin oxígeno.

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Menos mal que siempre queda algo a lo que agarrarse un poco, algo que nos arranca una sonrisa, pequeña, tímida. Los recuerdos del fin de semana , por ejemplo, no todos son una naúsea pastosa, no todos conducen a la deseperación.
Dijo una amiga " es como estar fuera del tiempo", si, eso sucedía ayer por la tarde. No estabamos en un otoño normal, en un domingo normal. Había algo raro, una pequeña amenaza en el ambiente, una ansiedad en el paso de las horas. Los espacios eran los mismos, pero no era el mismo olor, no era el mismo sabor, ni la misma culpa. Y sin embargo había afectos intactos, pululando en el aire, presagiando con su aroma un día nuevo, de otoño esta vez, como si el fin de semana fuese tan solo un espejismo.
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Y en medio de las sombras nocturnas, aparece una sensación nueva, o no tan nueva. La dignidad hecha añicos, destartalada sobre la alfonbra, como cualquier jarrón que ha sido destrozado de una patada. Así fue, una patada directa a mi dignidad.
La dignidad, como el amor, es algo de uno, que muy poco o nada tiene que ver con los demás. Y la mía está esta mañana gravemente herida, no se cuando podrá levantar la cabeza, componerse un poco.

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Va a llegar el frío. Como si fuese algo raro. ¿ No es lo que toca, el frío, por fin, a finales de octubre?

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