23 de octubre; la tarde fue fatídica, y descubrí algunos de mis fantasmas, o se descubrieron. Entre ellos la agonía de saberme sola en este mundo amplio y desconocido. Puedes leer mil libros -tenían razón- y seguirás siendo un ignorante, porque para conocer el mundo tiene uno que haber estado allí, y palpar cada palmo de tierra y oler cada lugar, y compartir con todas las gentes del planeta miserias distintas.
El amor deja de doler con el paso de los años. Somos más sabios, más responsables, menos niños. No nos complicamos la vida. El amor se convierte en una herida oscura que no se cierra del todo, pero que tampoco sangra ya, que apenas nos invalida para continuar caminando.
El amor tenía un nombre. La tarde de ayer tenía una duda, una amenaza, un dolor punzante que no sabría colocar en un sitio preciso.
Pero siempre nos queda el mismo consuelo vago del tiempo, del paso del tiempo, constante, infinito...Y el tiempo acaba por colocarlo todo donde debería.
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