09 octubre, 2008

Angustia

A veces la angustia no se deja compartir fácilmente. Al menos eso le sucede a la mía. Hoy metería la cabeza en un agujero y me quedaría ahí, para siempre, sin hacer nada, sin pensar. No hacer nada es sencillo, basta con quedarse quieto, dejando pasar las horas por encima de nosotros sin remordimientos. No pensar, eso, eso ya es otra cosa. Porque yo pienso, aunque erróneamente, y mi angustia crece entonces y se expande por los rincones de mi vida, como un chicle gastado, sin color ni sabor ya a nada.
Hace días que no leo los periódicos, ¿para qué? sólo hablan de la crisis, de esa maldita crisis que nos cogió a todos en pelotas porque nuestros políticos se encargaron de maquillarla durante meses. Hasta el café con leche de las mañanas sabe a crisis , a desaceleración, a caída de los mercados, a lo que sea...Y yo tengo además mis propios problemas, que no son globales, que son sólo míos, tan míos que ni yo misma los conozco bien. ¿ qué coño me pasa? y no tengo respuestas, tan sólo preguntas, infinitas, erróneas.
Necesito un amortiguador de golpes para el alma, para el corazón, para cualquiera que sea ese sitio en el que se cobija la esencia de nuestro ser. Hoy estoy tocada, no me preguntes, no se. Tengo algo roto, y algo a punto de romperse. Y he perdido las ganas de batallas y de rebeldías, así de simple. Mi angustia no responde a un hecho concreto, ni siquiera a un pensamiento enquistado en mi subconsciente, es algo que está ahí, y punto. Pero es mía, y no se deja compartir con nadie.
Quizás pienso que algo podría aliviarme un poco, el tacto de una única piel contra la mía, eso que confundo con el amor a cada paso, pero que no es amor, que es también causa de mi angustia. Y los métodos tradicionales sirven en otros, pero no en mi, que me muero de inanidad, de neutralidad, de ausencia de vida en cada poro. Sólo cabe meter la cabeza en un agujero y dejarme estar, desprendiéndome de todo, hasta que esté preparada para leer una página más de esa novela que comencé a leer sin echarme a llorar, hasta que suene el teléfono y no se me salga el marcapasos por la boca, hasta que deje de sentir esta presión en el pecho y en la garganta, hasta que deje de sufrir por algo que no tiene nombre ni esencia ni sentido...

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