Joder, qué agobio, entre el vacío y la nada. Y esa tristeza azulada de los taxis bajo la lluvia, al final de la primavera. Qué agobio. Que ni las direcciones de correo electrónico me calmaban, hasta hoy. Hasta hoy. Porque he descubierto una cosa muy interesante, yo no escribo emails a las personas, a los amigos, a los ex, a los amantes, no. Yo escribo emails a simples direcciones de correo electrónico. Detrás no está Victor, ni Jose Luis, ni Fernando...Detrás está un voolivayanes@gmail.com , o un jrodriguez@hotmail.com , vamos direcciones a las que mandar palabras, a las que mandar esas sensaciones que me ahogan en un día de sol o que hacen que un día me levante colgada de las lámparas.
Me puse a ello con la pulcritud con la que se ponen las abuelas a hacer punto de cruz, escogiendo bien el espacio, la luz, los materiales, el ambiente adecuado con su música de fondo y su temperatura regulada. Fue más una obligación impuesta que un ocio casual que te permite pasar las horas muertas. La antesala de la muerte, y funcionó. Les conté a mis direcciones de correo electrónico predilectas que esta semana fue una mierda, que me sentí como una mierda y que incluso se me fue la mano con esta mierda de blog. Les dije que me llevé alguna que otra sorpresa buena, y alguna que otra mala, que las malas dolieron más, pero que ahora que parece que por fin se termina la primavera para que el verano llegue con dos grados de más -dijeron los amables señores del tiempo- me siento un poquito mejor y ya no pienso en suicidios metafóricos ni en viajes al submundo para terminar de morirme de una vez.
Mis direcciones de correo predilectas, esas que archivo cuidadosamente en una bandejita que pone "salvavidas, opción C", son muy respetuosas con mis neuras y mis fobias, y soportan mejor que nadie mis ataques de ansiedad. Me desahogo sin pudor , soy cruel si me apetece serlo, y a veces incluso , si empiezo a animarme mientras escribo, les pongo ciertas guarradas en memoria de polvos gloriosos de otros tiempos. También soy cariñosa, y a veces, cuando me siento más generosa, y curiosamente también cuando me encuentro más hundida, les regalo algún que otro poema escrito especialemente para la ocasión. Y voolivayenes@gmail.com , o cualquiera de los otros me contestan con silencio, un silencio que me reconforta mucho y que de una manera extraña, pero altamente eficaz , me devuelve a la vida.
Les escribo sin mesura, sin mucho tacto, sin puntos ni comas...una especie de flujo de conciencia que va liberándome poco a poco de mis fantasmas y mis ataduras. A veces hasta les hablo de política al mismo tiempo que de los lexatines que me tomo y del frío que hace delante de mi casa. De los cafés con leche sentada frente al ordenador y los momentos eternos que paso en las salas de espera de las consultas de los médicos. No me corto ni un pelo, y ellos , pacientes ,soportan mis palabras, y las entienden. Se que las entienden porque no dicen nada. No se enfadan, no me dicen que les harto con mi palabrería depresiva , con mi verborrea de ultraizquierda o con mis últimas lecturas. Pocas veces les hablo del amor, del amor que siento por otros, o que sentí por otros, o que sentiré algún día por otros. Y voolivayanes@gmail.com y los otros, me acarician con su no decir nada, con su estar ahí para que yo me desahogue y pueda continuar adelante.
Alguna vez contestan. Pero para que eso suceda, dejan primero que pase mucho mucho tiempo. Entonces, el día menos pensado, me encuentro en mi bandeja de entrada un email recibido que abro con cierto temblor en las manos y en el corazón. Sus respuestas -que llegan desde muy muy lejos- son breves , como balbuceos de niños que están perdidos y no saben qué hacer. Se agarran desesperadamente a los tópicos y rememoran el tacto suave de mi piel y los días aquellos en que nos conocimos y fuimos felices. Me emborrachan de una melancolía que me aburre muchísimo. Pero yo, que en eso no me parezco en nada a ellos, les mando un email de respuesta breve también, brevísima porque esta vez ya no les necesito. Les doy las gracias por seguir ahí, por formar parte de mi carpeta "salvavidas, opción C" y les ruego que tarden menos en contestarme la próxima vez. No falla, siempre me llevan la contraria, y con sólo pedirles que me respondan, me aseguro por una buena temporada el inmeso placer y ayuda que me proporcionan sus silencios.
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