Tu cuerpo
ocupó un espacio
en mi cama,
en mi cuerpo mismo,
como si fuese una parte
de él , incluso.
Me aprendí de memoria
tu olor,
cada movimiento
abrupto y decidido,
tu forma definitiva
de dejarme exhausta.
Todo cobra ahora
cierta irrealidad
bajo esta luz
que tantas veces nos sirvió
de escenario
para nuestro desenfreno.
No hay nada
más efímero que
un acto sexual,
y sin embargo,
mis pasos se han teñido
de una melancolía dulzona
desde que te has ido,
como si hubiese
perdido un amor.
Sólo dejaste
un cuarto vacío que
ocuparán otros amantes,
y mi piel
huérfana de ese temblor
vital que me provocabas.
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