Este cronopio bota de menos a felicidade. Pero non unha felicidade calquera, a felicidade entendida comúnmente como un todo que se sinte de xeito abtracto e que se define con dificultade. Falo da felicidade concreta, esa que é sinónimo de nostalxia na pel, cando as esquinas dos días rutinarios acechan detrás de cada posta de sol. A felicidade concreta das pasadas vacacións, demasiado lonxe da vida como para sentirse responsable , ainda que só fose uns segundos.
E por botar de menos, boto de menos ata os sons que percibía cada día á beira do mar, e os cheiros que me chegaban de madrugada, cando a miña mirada se prendía daquela brisa fresca, da música que soaba naquela terraza, dun perfume, dun soriso de ferro e dunha conversa tan intensa como inseperada…Este cronopio tivo o tempo nas mans, como si se tratase dun deus que fai e desfai ao seu antoxo. A felicidade era aquelo, un caos permanente nas horas inquietas, no medio dun mundo tan alleo como apetecible, sin esperanza algunha, nin pretensión distinta máis que a pura e simple tranquilidade do tempo cheo de voces amigas, de risas, de un deixarse arrastar constante cara calquera experiencia posible.
Este cronopio tivo o tempo nas mans…
“A la salida de Luna Park un cronopio advierte que su reloj atrasa, que su reloj atrasa, que su reloj.
Tristeza del cronopio frente a una multitud de famas
(que remonta corrientes a las once y veinte y él, objeto verde y húmedo, marcha a las once y cuarto.
Meditación del cronopio: << Es tarde, pero menos tarde
(para mi que para los famas,
para los famas es cinco minutos más tarde,
llegarán a sus casas más tarde,
se acostarán más tarde.
Yo tengo un reloj con menos vida, con menos casa y menos acostarme,
yo soy un cronopio desdichado y húmedo>>
Mientras toma café en el Richmon de Florida, moja el cronopio una tostada con sus lágrimas naturales.”
_ ¿Qué hora es? –pregunté media adormilada todavía.
_ La una- contestó el cronopio.
_ ¿Hora española u hora portuguesa?- pregunté nuevamente.
_ Portuguesa. Atrasé este reloj de mi padre una hora antes de venir- contestó el cronopio.
_ ¡Qué tarde es¡ atrásalo otra hora, que así no nos viene bien.
El cronopio atrasó el reloj una hora.
_ ¿Qué hora es? –pregunté al cronopio que se encontraba tumbado a mi lado.
_ Las doce- contestó el cronopio.
_ ¿Hora española o portuguesa?
_ En todo caso, faltan un par de horas para la hora de comer- contestó el cronopio, al tiempo que me besaba con la dulzura con la que sólo besan los cronopios.
E por botar de menos, boto de menos ata os sons que percibía cada día á beira do mar, e os cheiros que me chegaban de madrugada, cando a miña mirada se prendía daquela brisa fresca, da música que soaba naquela terraza, dun perfume, dun soriso de ferro e dunha conversa tan intensa como inseperada…Este cronopio tivo o tempo nas mans, como si se tratase dun deus que fai e desfai ao seu antoxo. A felicidade era aquelo, un caos permanente nas horas inquietas, no medio dun mundo tan alleo como apetecible, sin esperanza algunha, nin pretensión distinta máis que a pura e simple tranquilidade do tempo cheo de voces amigas, de risas, de un deixarse arrastar constante cara calquera experiencia posible.
Este cronopio tivo o tempo nas mans…
“A la salida de Luna Park un cronopio advierte que su reloj atrasa, que su reloj atrasa, que su reloj.
Tristeza del cronopio frente a una multitud de famas
(que remonta corrientes a las once y veinte y él, objeto verde y húmedo, marcha a las once y cuarto.
Meditación del cronopio: << Es tarde, pero menos tarde
(para mi que para los famas,
para los famas es cinco minutos más tarde,
llegarán a sus casas más tarde,
se acostarán más tarde.
Yo tengo un reloj con menos vida, con menos casa y menos acostarme,
yo soy un cronopio desdichado y húmedo>>
Mientras toma café en el Richmon de Florida, moja el cronopio una tostada con sus lágrimas naturales.”
_ ¿Qué hora es? –pregunté media adormilada todavía.
_ La una- contestó el cronopio.
_ ¿Hora española u hora portuguesa?- pregunté nuevamente.
_ Portuguesa. Atrasé este reloj de mi padre una hora antes de venir- contestó el cronopio.
_ ¡Qué tarde es¡ atrásalo otra hora, que así no nos viene bien.
El cronopio atrasó el reloj una hora.
_ ¿Qué hora es? –pregunté al cronopio que se encontraba tumbado a mi lado.
_ Las doce- contestó el cronopio.
_ ¿Hora española o portuguesa?
_ En todo caso, faltan un par de horas para la hora de comer- contestó el cronopio, al tiempo que me besaba con la dulzura con la que sólo besan los cronopios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario