12 enero, 2009

Claude Henri de Rouvroy, conde de Saint Simon; (París, 1760 - 1825) Historiador y teórico político socialista francés. Perteneciente a una familia aristocrática venida a menos, el conde de Saint-Simon era sobrino-nieto del duque Louis de Rouvroy, famoso por sus memorias, en las que describió la corte de Luis XIV. Este intelectual de su época fue considerado el fundador del socialismo francés y uno de los padres fundadores de la Física Social, a la que posteriormente Comte daría el nombre de Sociología. Creativo, imaginativo, visionario y con una mente tremendamente enciclopédica, vivió intensamente, hizo fortuna, la dilapidó alcanzando la mayor de las miserias, intentó suicidarse en alguna ocasión y dedicó su vida entera a la elaboración de su obra en un intento de creación de un nuevo orden social y econocómico que el concebía como una nueva religión. Se anticipó a la revolución industrial y fué uno de los primeros en concebir una conciencia europea.
Este hombre, de mente maravillosa creía que tenía demasiadas cosas que aportar al mundo, y así, a la edad de quince años se hacía despertar por las mañanas por sus criados con la siguiente frase: "Levántese, señor conde, hoy tiene que hacer grandes cosas".
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Las tardes de domingo tienen que dar para algo más que para recrearse en la contenplación apacible del paso de las horas delante de una taza de café o delante de la pantalla de un televisor. Los amigos conforman nuestro mundo - intevitables y necesarios por igual- y llenan nuestro tiempo y nuestro espacio. Las tardes de domingo -dijo alguién- son la medida de nuestra felicidad, el chequeo periódico al estado de salud de nuestra existencia. Las conversaciones amenas, la compañía cariñosa de los amigos nos reconforta y nos salva, pero es la lectura, sobre todo la que pone una guinda especial a una tarde que no tiene por que ser terrible. El conde de Saint Simón me saludó desde el pequeño salón de mi apartamento, y como si de magia se tratase , la luz del domingo adquirió tonalidades nuevas. No sólo había un ritmo normal de los acontecimientos, sino la tranquilidad amable de la soledad bien entendida y aprovechada. Cuando empieza a caer la noche, cuando la ciudad lentamente se va apagando y los ruídos del día comienzan a diluírse, los niños cenan y se preparan para un nuevo lunes de colegio, y no apetece encender la tele ni el ordenador, el mundo se hace amplio en las páginas de un libro. Conocía ayer por la noche al conde de Saint Simón, un poco de su vida, y algo de su obra, y me conmovía su mente lúcida , casi futurista, su inteligencia, su dedicación a construír un pensamiento totalmente novedoso, sus ideales...Y en medio de esa apasionante lectura, creció una curiosidad vivificante que me hizo sentir en paz con todos los objetos que me rodeaban. Sonó un sms en el móvil , palabras que me llegaban como de otro tiempo, desde un espacio desconocido e inalcanzable, y no tuve ganas de contestar. Mi domingo estaba bien como estaba.

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