Avilés lo tenía todo para ser un paraje maravilloso donde pasar el fin de semana, buen tiempo, fiestas patronales, bullicio, verano...Pero a veces los lugares no lo son todo, a veces sin más, se convierten en infiernos particulares, donde el ritmo de la vida se colapsa y nos ahoga, porque simplemente no puede ser de otra manera.
Avilés fue un segundo piso con vistas a una céntrica calle donde las palabras de ayer se mezclaban con el duro presente , que pasa factura, que no perdona, que no tiene compasión...Cada uno hace lo que puede con sus miserias a cuestas, con su vida a cuestas, como un lastre que nos identifica y nos moldea. A veces me pregunto si pudimos cambiar -para mejor, se supone- el curso de nuestra propia historia. A veces incluso , me pregunto si todavía podemos reescribirla.
Las escenas del fin de semana son en mi memoria un capítulo de una novela, trágica y real, como la vida misma. Un drama familiar que se escribe con mayúsculas y que se va transmitiendo de generación en generación, como si se tratase de cualquier enfermedad genética. Y sin embargo, en medio del gris, vibraba una ciudad preciosa que no quería rendirse a mi tristeza. Una ciudad que me brindó sus plazas rebosantes de gente feliz, que me regaló un cielo azul al borde del mar, que me enseñó que los lugares son también las personas con quien los compartimos y las circunstancias que nos rodean.
Pensé en Avilés en otro momento distinto, bajo el mismo sol pero sin preocupaciones ni fantasmas. Pensé en la alegría que podría sentir, sidrería a sidrería, si la vida se dejase..., si la vida no fuese tan puta, y me entró una congoja rara, una naúsea amarilla que me cubrió de tristeza, infinita tristeza...
Me llegó en medio del caos una llamada, desde un avión , un amigo que llegaba de muy lejos, con la felicidad toda del mundo en la maleta, y se me ecogió el corazón, de envidia creo. Pensé en Avilés con él, las mismas aceras, las mismas calles, las mismas plazas llenas de terrazas, los mismos parques enormes que evocan a las películas de amor en primavera...Supongo que a las cosas no hay que darles vueltas, son lo que son, y sólo nos queda amoldarnos a los hechos, endureciendo el alma a cada paso...Avilés lo tenía todo para ser un paraíso este fin de semana, pero a veces..., a veces..., a veces...
1 comentario:
Emma, estaré unos días en Pontevedra, te apetece quedar? así ahogamos nuestras miserias en cañas, y arreglamos un poco el mundo a nuestro gusto. Que ya hace mucho que no lo hacemos. Un beso, reina.
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