02 septiembre, 2009

No me ayuda tenerte tan lejos. Da igual que estés aquí, en Francia o en la China, estás, en cualquier caso, demasiado lejos. Me ayuda tenerte en mi piel, casi callado, para saber que estás sólo porque te estoy sintiendo. Y así saberte frío, o caliente, o vivo o triste o adormilado, o aburrido o agnóstico o apático o encumbrado o complaciente. Me ayuda verte , y perderme en ese azul que eres tú, y sólo tu, cuando -alguna vez- te dignas a mirarme. A mirarme, mirarme a mi. Muy pocas veces sucedió, pero oh, cuando sucedió, qué bonito fué.
Me ayuda quererte, con las manos, con los pies, con la boca, con el ombligo...Quererte y que te dejes querer, sin decir nada, para que no se entere nadie, para que no se rompa nada...Y así , un segundo, y luego otro, y otro...El amor tiene unas fronteras extrañas, imprecisas, violentas. Ahoga pero no llega a matar, y es una pena, porque mil veces preferíría yo la muerte, que este amor absurdo que no puedo sujetar entre los dedos.
Me ayuda que existas, que respires, que vivas aunque no sea aquí y ahora.
Me ayuda tu voz...aún me hace temblar alguna vez, y cada marca de tu espalda, y cada arruga que rodea tus ojos...Me ayuda poder escribirte, poder esperarte aunque sea eternamente . Me ayuda saber que algún día te darás cuenta de que existía y que me moría de ganas de ti a cada hora, que te quería. Me ayuda no conseguir entenderlo todo. Me ayuda quererte y albergar una mínima esperanza, por pequeñita que sea...de que algún día te des cuenta.

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