24 junio, 2011

Vuelvo a este espacio, después de unos días ausente, con el firme propósito de no ser sincera. La sinceridad me agota, me deprime y me aburre. Que sirva esto como una declaración de intenciones para el futuro, para que los que caigan en la horrible lectura de este blog entiendan la perspectiva real de lo que leen.

*

¿Hasta dónde podemos confiar en las personas? ¿Cómo y cuándo sabemos que un desconocido es de fiar? Un hombre de pronto te conoce, y comienza a llamarte a todas horas, te pregunta que tal estás, te invita a un café, te dice que quiere conocerte pero que tiene para hacerlo toda la vida, se porta bien con tus amigas, mantiene las distancias, no te presiona...¿No es lo que todas queremos? ¿Un hombre que realmente nos demuestre que está por nosotras y que le importamos realmente más allá del físico y de otras superficialidades? Y sin embargo a mi, que estoy acostumbrada a tratar con el "homo progresus", fruto de esta sociedad avanzada en la que nos intalamos todos más o menos en una adolescencia perpetua de la que sólo nos despojamos para ir a nuestros maravillosos y respetables puestos de trabajo, no me fío demasiado de las buenas intenciones de un hombre que me trata como si yo fuese la única mujer del mundo acreedora de todas las virtudes. No termino de creerme ese ritual de conquista más propio de la época romántica que de la actual y en el fondo, creo vislumbrar un pequeño grado de paranoya o psicosis.

Así soy, producto de la sociedad materialista y acelerada en la que vivimos, en la que los hombres parecen poner todo su empeño en conseguir un polvo de una noche para desencantarse con los primeros besos del amanecer que incluso a veces no llegan ni a darse. Y mis amigos me recriminan a veces que soy una mujer fría, incrédula que no da oportunidades al amor, y que soy yo la que de manera superficial se adentra en la vida de esos hombres para quedarse el menos tiempo posible. Pero no es cierto. Yo observo, y los hombres de este siglo, por lo menos los que me rodean a mi diariamente, sólo son buenos amantes si tienen una pareja estable de muchos años con la que hacer barbacoa en familia los domingos. De lo contrario, acojonados por perder su estatus de perfecto "single" que hace-lo-que-quiere- como-y-cuando-quiere no se atreven ni a invitarte a una cocacola como simple preámbulo para un sexo desenfrenado y sin compromiso. Todo lo que sea levantar el teléfono y concertar una hora y un lugar, es una especie de compromiso que hace peligrar su vida de soltero. Así que viviendo en este error de base, la mayoría de los hombres solteros que pasan de los 25 y no tienen novia, mujer o amante que les haga la colada y la cena, esperan a encontrarte por azar en un bar o en una discoteca, la que soleis frecuentar los dos, y esperan que por su cara bonita y otros encantos que intuyes de él, pero que nunca te mostró ni te mostrará, te vayas con el a las 8 de la mañana a chupársela a un portal.

Y por eso, cuando irrumpe en nuestras vidas un hombre que se comporta de otra manera , yo no puedo más que desconfiar. ¿ Qué intenciones tiene realmente?

*

Me decidí por fin a quedar con él, para una cerveza a media tarde, algo rápido. Pensé que quizás le esté prejuzgando y que no estoy comportándome con él como me gustaría que se comportasen conmigo.

En la cita mantengo las distancias, pero me muestro receptiva. Opté por dejar en casa todo prejuicio, pues de lo contrario no habría ni aparecido. Le escucho, le cuento y procuro activar los resortes de la confianza.

El se vende como si fuese un comercial ofertándose como mercancía con garantías de futuro: hombre de cuarenta, culto, que habla tres idiomas, con carrera , amante de su familia, fascinado por mi, con deseos de conocerme y respetarme y amarme el resto de mi vida. Y a cambio me pide una simple oportunidad para que le deje conocerle.

Tontea , coquetea, se pierde en mi escote mientras le hablo y casi está a punto de convencerme de su normalidad.

Se despide como un caballero en la puerta de mi casa. Siguiendo con su prudencia y su saber estar me pide un abrazo de despida, y lo recibe como un niño que recibe un tesoro , con brillo en los ojos. Me lo he creído casi del todo.

*

Llevo dos minutos en casa y recibo un sms. Me da las gracias por compartir mi tiempo con él. Parece un gesto romántico aunque quizás un tanto empalagoso, pero lo recibo con cierto agrado, o por lo menos no llega a incomodarme. Y con ese regusto que dejan las cosas bien hechas, voy lavándome los dientes, poniéndome el pijama, encendiendo el ordenador...cuando suena el teléfono.

Es él. No pasaron ni diez minutos. La cosa empieza a pasar de castaño oscuro. Contesto molesta, muy molesta. "Estoy durmiendo" Puede que sea un tipo tradiconal, que le guste un huevo y que quiera conocerme a toda costa, pero es un pesado.

*

Piensa mal y acertarás:

El mundo es un pañuelo y esta ciudad mucho más. Afortunadamente a veces, también hay que decirlo.

Tomando un café con una amiga me enteré de que el chico de la cita de anoche es el mismo con el que ella se fué una noche a su casa. Típico encuentro nocturno, que bien podría terminar en unos besos en un portal , en un polvo o simplemente en una copa con charla en cualquier pafeto de la ciduad, al gusto del consumidor. Nunca supimos como terminara aquel ligue de una noche de mi amiga, y por discreción no preguntamos. Yo personalmente creí que su discreción respondía a su pudor y a su falta de costumbre respecto a lo que a rollos de una noche se refiere. Pues bien, el chico aquella noche -mi chico amable y embaucador- intentó forzarla en su portal ,cuando ella después de los primeros besos se dió cuenta de que no quería ir más allá. Forcejearon y ella consiguió con su fuerza echarle finalmente. Al día siguiente estaba llena de moretones por los golpes del forcejeo. No le denunció. No se lo contó a nadie. Hasta ayer.

Ese chico es mi chico, el de mi historia, el que me ofrece el paraíso así de golpe, a mi, por ser yo.

Creo que me mareé cuando mi amiga me contó lo que le pasó aquella noche. Y de pronto las imágenes de mi encuentro con el volvieron a mi cabeza a borbotones. Era como estar en una película de Antena 3 de la sobremesa, una mujer engañada por un hombre y que se convierte en víctima sin haberse dado cuenta, cuando ya es demasiado tarde.

*

Y la pregunta continúa en el aire ¿Cómo y cuándo sabemos que un desconocido es de fiar?

No hay comentarios: