Lento, inquieto, defectuoso...
el tiempo se detiene en las imperfecciones
como en un cruce de caminos,
duda, se encoge, retrocede.
Hoy tuve ganas de salir corriendo
-una vez más- bajo la lluvia
de un mayo incandescente.
Llené la maleta con toda la desilusión acumulada
y dos o tres gestos amables
que aún puedo recordar vagamente.
No sentí pena, era otra cosa...
Por fin las lágrimas se teñían de
algo diferente a la lástima por mi misma
- la peor de las lástimas, lo sé bien-
y no tuve ese miedo gris que
a veces confundo con el desamor.
Te quiero, qué certeza azul en esta tarde
meláncolica, en la ciudad ganada
y sin grandes esperanzas ¡¡¡¡
Te quiero -tristemente- bajo la lluvia
de un mayo incandescente
que agoniza en mis ojos desilusionados.
Hoy supe que nunca podría suceder...
y por primera vez en mucho tiempo
me sentí libre.
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