18 abril, 2011

Un lunes cualquiera, pero hoy percibí más el olor que otras mañanas, era olor no a primavera, sino a madrugada de verano en la costa; me puse un poco nostálgica. Pensé en el verano de nuevo y me dio pereza, una pereza infinita el pensar que podría repetirse el verano pasado, que no es que estuviera mal, pero que ya fue, que tuvo su momento y se desgastó en los últimos días de octubre bajo el sol.

* Echo de menos el amor, no con grandes letras y episodios turbulentos, como siempre lo he entendido, sino el amor humilde de los que ya estamos un poco de vuelta de los malos tragos de la vida. El amor minúsculo y quizás impostor, ese que fingimos a veces para seguir viviendo como normales entre el gentío. Me refiero al amor como fraude: una relación al uso que se construye a golpe de paseos por la playa y cañitas en una terraza y sms que dicen “hoy llueve, estoy pensando en ti”.

* Qué triste mi vida cuando sólo pienso en la felicidad como una mentira a sabiendas que se construirá sin vocación de futuro.

* Pero estamos a las puertas de la Semana Santa y tengo abierta una ventana a la dicha: Toledo. Los viajes son una oportunidad de renovarme, de ser feliz de una manera inconsciente y pueril. Me amarga pensar en la maleta y en la lluvia que se anuncia en todas las webs meteorológicas , en no saber qué calzado llevar –demasiado calor para las botas, demasiada lluvia para las zapatillas, demasiado tacón mis zapatos para callejear centros históricos- y sobre todo , me amarga la incertidumbre de lo que me encontraré allí, esa inquietud que se coloca en la boca del estómago y que me recuerda tanto a la ansiedad de otros tiempos.

* Mi psicóloga me dijo que soy una persona normal, con una vida totalmente normal. Supongo que tendrá razón, ella sabe más de la normalidad que yo. Le oculté muchas cosas que quizás hiciesen inclinarse la balanza; que a veces tengo ganas de ser otra persona, de huír de mi, de romper en mil pedazos mi vida y dormir durante años o beber hasta el final de mis días.

* Luego está esto de los sentimientos, los reales, lo que me pasa por dentro y con lo que doy la matraca todo el día a quien quiera escucharme. Porque una cosa es que quiera un novio normal para llenar el verano de “normalidad” y parecerme a mis semejantes y no tener que preocuparme de ligar ni de cómo llenar las tardes de domingo, y otra es que mi corazón tenga sus propias pretensiones, sus manías , sus quereres y sus preferencias sin atender a criterios de racionalidad o conveniencia. Y ahí está Julito, pululando a sus anchas entre mis ventrículos y mis aurículas, haciendo imposible cualquier tipo de entendimiento entre mi corazón y mi cabeza.

Jovial me dice que nos tomaremos un café esta semana; tengo algo que decirle ¿Tengo algo que decirle? Supongo que podría ser sincera, al menos con él, ya que está visto que no puedo ser sincera conmigo misma. Podría decirle que si está enamorado de otra yo me quito del medio y me dedico a buscar un novio normal para llenar el verano de normalidad. Podría decirle que me será muy fácil olvidarle si él me deja en paz , si deja de seguirme la corriente, si deja de dejarse querer y se centra en el amor que le da su novia. Su novia…Podría decirle que lo que temo es no que esté enamorado de ella sino que por esa misma “normalidad” que yo busco termine incluso por casarse con ella, a pesar de que no le gusta nada, de que le doy yo más trabajo como amiga que ella como novia, que es a mi a quien da explicaciones, a quien llama para preguntarle qué tal y a quien le envía eseemeeses cuando bebió demasiado y echa de menos el ser importante para alguien.

Entre tanto, dejo que campe a sus anchas entre mis ventrículos y mis aurículas y que me coja la mano en las cafeterías y jueguetee con mis dedos entre los suyos, y me diga con su voz que no le gusto al mismo tiempo que con sus ojos me dice lo contrario. Supongo que lo único que puedo hacer es dejar el tema para mañana. No tengo prisa ni para una cosa ni para otra.

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