Dime que existen las palabras para algo más que
complicarme la vida. Que lo blanco es blanco y que no hay segundas
oportunidades. Porque si me dices otra cosa, terminaré por no saber qué pintas
aquí, con tu sonrisa perfilada y tus ojos diciéndome que me quede. Dime que no.
Que los accidentes pasan todos los días y la gente va al hospital y continúa
con su vida. Si consiguió sobrevivir, claro.
Pero no me digas tal vez y pretendas que sea yo la que
escriba la historia. Ahora que me dejaste sin argumento. No me digas que
recorto los fragmentos que me interesan para que parezcas peor de lo que eres.
Porque si de algo estoy segura es de que yo quiero imaginarte siempre como en
el segundo exacto en el que cambió todo. En ese segundo apenas, tenías todo lo
bueno de este mundo y a mi me bastaba para
ser feliz.
Dime que mañana estaré mejor. Que tampoco es para tanto.
Que no quieres ser una columna en mi
espacio laboral. Dime que sí. O que no. Pero no me digas que depende. Que no
sabes. Que no piensas. Que mañana. Que puede, que quizás...
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