22 febrero, 2014

Echo la vista atrás y no siento la nostalgia como una punzada en el alma, atravesándome, hiriendome. Soy más fuerte, o más realista, o simplemente he conseguido lo que poca gente consigue, conservar los primeros amores de mi vida intactos, quemádome la piel después de pasados veinte años, como si no hubiese pasado el tiempo. 
Soy la reina del amor en cada puerto, y con esa máxima he construido todas las relaciones de mi vida. Y así, puedo decir con la contundencia y la verdad de las cosas absolutas, que  cada uno de los hombres a los que amé cuando era casi una niña siguen siendo ahora los hombres que amo y que me miran con ternura.  Quizás hayan hecho su vida, tengan mujer e hijos, pero cuando nos encontramos,su mirada sigue siendo la misma de entonces, y los sentimientos son exactamente los mismos, como si no fuésemos capaces de deshacernos de un trocito de aquella adolescencia que se quedó pegada  a nuestra piel .
***
Fuí a Madrid y quedé con el , habían pasado veinte años exactos desde que nos conocimos. Yo tenía 18 años y me volví loca completamente cuando le conocí. Y nunca más pude imaginar mi vida sin volver a besarle. De hecho, todas las realciones que tuve después estuvieron siempre teñidas de la sombra de lo que sentía por el , y siempre las sobrevoló aquella angustia que yo tenía de nunca más volver a besarle. Lo supe enseguida, al conocerle, y luego el paso del tiempo no haría más que confirmar mis sospechas, era la obsesión de mi vida.
Nos encontramos en  un bar y -a pesar del tiempo que había pasado - brotó la conversación como si nada. Éramos amigos, eso estaba claro . Pero pronto salió lo que verdaderamente fuimos y éramos todavía.Cogió mi mano y me besó. Y de nuevo los dos teníamos dieciocho años, y nuestra ternura era joven y nuestros besos sinceros. Supongo que en aquel momento se paró el tiempo y desapareció el mundo que nos rodeaba. Nos besamos. Bebimos. Nos miramos directamente a los ojos, casi queriendo hacernos daño, como tantas otras veces, y fuertemente agarradas nuestras manos, fuimos felices en aquella tarde de domingo.

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